Una de las responsabilidades básicas de un consumidor consiente es entender quién produce, e idealmente cómo, lo que adquiere –en especial cuando se trata de alimentos, cuyo consumo va a determinar, que en alguna medida, tu salud. Sin embargo, durante los últimos años se ha consolidado una tendencia que aleja, cada vez más, a productores y consumidores.
Si antes tu sabías exactamente quién era responsable de la calidad de, por ejemplo, el queso que consumías –pues simplemente tenías que remitirte al quesero del pueblo quien elaboraba desde cero el producto que después ofrecía–, ahora la cadena que te separa de ese origen es casi infranqueable: lo produce una submarca de una marca que es propiedad de un ‘holding’, el cual es a su vez propiedad de una corporación. Incluso las marcas locales más exitosas, que hasta hace diez o veinte años manufacturaban productos por su cuenta, como empresas pequeñas o medianas, ya han sido adquiridas, casi en su totalidad, por las grandes trasnacionales.
¿Quién se hace responsable por la calidad de nuestros alimentos?
Lo anterior resulta en que hoy, al ir a un supermercado para abastecernos de los alimentos que consumiremos durante la próxima semana, terminemos comprando alimentos que difícilmente podríamos rastrear al responsable último de su producción. Por ejemplo, si a mi me interesa comer ‘saludable’, en la medida de lo que mi presupuesto, tiempo y conocimiento me lo permiten, entonces tal vez opto por comprar una barra de granola ‘Chewy’. Tras observar el empaque entonces compruebo que la carita de un cuáquero sonriente me indica que mi barra está elaborada por Quaker Oats Company –gigantesca marca de cereales y similares que, por cierto, utiliza ingredientes transgénicos y se guía por una ‘ética’ corporativa. Pero lo que no sé es que QOC fue adquirida en 2001 por Pepsi Co, un ícono, al menos en el imaginario colectivo y, creo yo, justificadamente, de la alimentación plástica, es decir, productor de algunos de los alimentos menos saludables que el ser humano ha sido capaz de imaginar.
El problema de esa larga y confusa distancia entre productor y consumidor es que diluye la posibilidad de que el primero rinda cuentas ante el segundo. A final las decisiones fundamentales relacionadas a la producción de los alimentos son tomadas por una junta directiva, integrada por financieros y abogados a quienes poco o nada les importa la calidad de su producto, y que se reúne periódicamente en sus oficinas de Ginebra o Nueva York para imaginar cómo hacer más rentable la compañía. Sobra decir que estos virtuales responsables son inalcanzables para el consumidor –solo podemos llegar a ellos mediante un cambio de hábitos de consumo a grande escala, que afecten sus ventas y por lo tanto los obliguen a tomar medidas.
10 marcas responsables de casi cualquier alimento que compramos
Este infográfico generado a partir de un reporte reciente de Oxfam, a favor de acortar la distancia entre productor y consumidor, muestra como diez marcas gigantescas, respaldadas por aún más grandes corporaciones, controlan prácticamente todas las marcas presentes en los anaqueles de tu supermercado.
Lamentablemente saber quién es la empresa última responsable de el jugo, helado, pasta o chocolate que consumimos no hará gran diferencia, sobretodo si no llevamos el ejercicio un paso más allá y dedicamos unos minutos a enterarnos un poco más sobre cada una de estas compañías –de hecho, al informarnos un poco más lo más probable es que inmediatamente tratemos de encontrar alternativas de productores menos ‘oscuros’, más humanos, y dispuestos a dar la cara por lo que nos ofrecen.
Pero consultar este infográfico al menos vuelva la abstracción menos abstracta, y en este sentido nos acerca a la posibilidad de revertir el anonimato de los productores y entender que alguien se tiene que hacer responsable por los alimentos disponibles en el mercado . El rendimiento de cuentas es fundamental en cualquier mercado, y vale la pena recordar que nuestra decisión de compra es un voto de confianza que damos a cada producto, el cual valdría la pena darlo de la manera más consiente e informada posible.